
Según Graciela Raga, del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, la temperatura global está aumentando a un ritmo más rápido de lo esperado, no solo en la superficie y la atmósfera, sino también en los océanos, debido a las emisiones de gases de efecto invernadero.
En los últimos años, se han registrado temperaturas récord, con marzo superando el promedio de 1991-2020 por 0.73 ºC, según datos del Servicio de Cambio Climático Copernicus.
Estos gases, como el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso, son resultado de actividades humanas.
Si no se toman medidas para reducir su concentración, se espera que el próximo año sea aún más cálido, lo que conducirá a eventos climáticos extremos y afectará la biodiversidad y la salud humana.
El fenómeno se debe a que los gases de efecto invernadero atrapan la radiación infrarroja solar en la atmósfera, provocando un desequilibrio en el intercambio térmico. Además, la variabilidad del tiempo meteorológico contribuye alternando entre días fríos y cálidos.
Las naciones de la ONU se comprometieron a reducir estas emisiones para limitar el aumento de la temperatura global a 1.5 °C antes de 2030, pero existe la posibilidad de que este límite se supere décadas antes del 2100 si no se toman medidas drásticas.
A pesar de la esperanza de que los océanos moderaran el calentamiento, se ha observado un sorprendente aumento en la temperatura incluso en las capas más profundas del mar.
La actividad humana contribuye significativamente a este problema, con la generación de electricidad y el transporte siendo áreas clave de emisión de gases de efecto invernadero.
Es esencial una transición hacia fuentes de energía más limpias y renovables para revertir esta tendencia, aunque el plazo para hacerlo se vuelve más ajustado a medida que nos acercamos al año 2050.