
El número de víctimas mortales por el terremoto en Myanmar ha superado las 2,000 personas, según informó el lunes la junta militar que gobierna el país. Tres días después del sismo, que incluso se sintió en Tailandia, las esperanzas de hallar sobrevivientes entre los escombros disminuyen.
Las autoridades locales han declarado una semana de luto nacional, durante la cual las banderas ondearán a media asta como símbolo de duelo por las vidas perdidas y los daños ocasionados por el devastador movimiento telúrico.
A pesar de la asistencia de la comunidad internacional, los expertos temen que la cifra de fallecidos siga aumentando. El país, que ya enfrentaba dificultades debido a la guerra civil, carece de los recursos necesarios para afrontar la magnitud de la catástrofe.
Hasta el momento, se han confirmado 2,056 muertes, más de 3,900 heridos y 270 desaparecidos a consecuencia del sismo de magnitud 7.7. Este ha sido el terremoto más intenso registrado en Myanmar en décadas y ha provocado caos incluso a 1,000 kilómetros del epicentro. En Bangkok, capital de Tailandia, al menos 19 personas fallecieron, principalmente tras el derrumbe de un edificio de 30 pisos en construcción.
En Mandalay, la segunda ciudad más grande de Birmania y una de las más afectadas, muchos residentes han pasado ya tres noches durmiendo al aire libre, evitando permanecer cerca de edificaciones por temor a más derrumbes. Las labores de rescate en la zona han disminuido debido a las difíciles condiciones y a las temperaturas que alcanzan los 40 °C, lo que además acelera la descomposición de los cuerpos y complica su identificación.
Una de las escenas más dramáticas ocurrió el domingo por la noche en Mandalay, cuando los rescatistas lograron liberar a una mujer embarazada que había estado atrapada entre los escombros por más de 55 horas. Para salvarla, tuvieron que amputarle una pierna, pero lamentablemente perdió la vida poco después debido a la gran cantidad de sangre que había perdido.
Mientras tanto, los fieles musulmanes se congregaron el lunes en una mezquita derrumbada para la primera oración del Aíd al-Fitr, la festividad que marca el final del Ramadán. También se prevén cientos de funerales para este día.
El sismo inicial de magnitud 7.7 ocurrió el viernes por la tarde cerca de Mandalay, seguido minutos después por una réplica de 6.7. Los temblores provocaron el colapso de edificaciones, la caída de puentes y la obstrucción de carreteras en el centro del país. Durante el fin de semana, las réplicas continuaron causando pánico entre los habitantes, que salían a las calles en busca de seguridad.
Ante la magnitud del desastre, la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (IFRC) ha solicitado más de 100 millones de dólares en ayuda humanitaria. Según la organización, la situación se agrava con el calor extremo y la proximidad de la temporada de lluvias, lo que podría generar nuevas crisis.
Incluso antes del terremoto, Myanmar ya enfrentaba una crisis humanitaria debido a la guerra civil desatada tras el golpe militar de 2021, que ha provocado el desplazamiento de 3.5 millones de personas, muchas de las cuales están en riesgo de hambruna. A pesar del desastre, los enfrentamientos entre el ejército y los grupos rebeldes continúan; el domingo, un grupo insurgente reportó la muerte de siete de sus combatientes en un bombardeo ocurrido poco antes del temblor.
Por otro lado, en Bangkok, las labores de rescate siguen en marcha en la zona donde colapsó la torre de 30 pisos. Hasta ahora, se han confirmado 19 fallecidos, 33 heridos y 78 desaparecidos. La mayoría de las víctimas eran trabajadores de la construcción, y muchos de los desaparecidos podrían estar atrapados bajo los escombros.
Los equipos de emergencia han trabajado intensamente durante el fin de semana utilizando maquinaria pesada para remover los restos del edificio, mientras las familias esperan noticias de sus seres queridos. Además, perros rastreadores y drones con cámaras térmicas han sido desplegados en la zona para localizar posibles sobrevivientes.