
El Día Internacional del Síndrome de Wolf-Hirschhorn, también conocido como 4P, se celebra cada 16 de abril para aumentar la conciencia sobre una condición poco común que afecta a un segmento de la población mundial, causando trastornos genéticos significativos que impactan la calidad de vida de quienes la experimentan.
El Síndrome de Wolf-Hirschhorn es una enfermedad poco común que provoca cambios genéticos, los cuales pueden variar de persona a persona. Esta condición se caracteriza por generar alteraciones físicas e intelectuales que se vuelven más evidentes con el tiempo.
Es más prevalente en mujeres y generalmente se manifiesta al nacer con deformidades craneales y rasgos faciales distintivos, como una cabeza pequeña con forma de casco, frente amplia, cejas arqueadas, orejas pequeñas y, en algunos casos, labio leporino.
Los niños afectados suelen experimentar retraso en el crecimiento, problemas psicomotores, discapacidad cognitiva e intelectual, hipotonía muscular y convulsiones.
El diagnóstico requiere un examen físico que puede incluir estudios genéticos moleculares o citogenéticos, así como un electroencefalograma, que puede confirmar la presencia del síndrome en hasta un 90% de los casos.
El tratamiento generalmente implica el uso de medicamentos para controlar las convulsiones, en caso de que ocurran, así como terapias alimenticias y programas de rehabilitación.
A pesar de los desafíos que enfrentan, muchas personas con este síndrome tienen un pronóstico de vida positivo. Con los cuidados adecuados y la atención necesaria, muchos pacientes logran alcanzar la edad adulta y mejorar su calidad de vida.
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