Cada 16 de octubre se celebra el Día Mundial de la Anestesia, una jornada que reconoce la relevancia de esta especialidad médica, responsable de avances trascendentales en la medicina y en la calidad de vida de las personas. Gracias a la anestesia, las intervenciones quirúrgicas pueden realizarse sin dolor, convirtiéndose en uno de los hitos más importantes de la ciencia médica.
En 2025, la conmemoración pone especial énfasis en la labor de los anestesiólogos durante emergencias sanitarias, como pandemias o desastres naturales, y en su dedicación a garantizar una atención médica segura, accesible y de calidad para toda la población.
El trabajo del anestesiólogo va más allá de administrar fármacos para dormir al paciente; este profesional evalúa las condiciones preoperatorias, monitorea las funciones vitales durante la cirugía y asegura una recuperación segura en el postoperatorio.
A lo largo de la historia, la humanidad ha buscado aliviar el dolor asociado a enfermedades y lesiones mediante distintos métodos, incluyendo el uso de opioides. Fue hasta 1846 que el cirujano William Thomas Morton presentó formalmente la anestesia y la anestesiología, lo que permitió realizar cirugías con mayor seguridad y sin sufrimiento, transformando profundamente la práctica médica.
Desde los primeros experimentos con éter y cloroformo hasta las técnicas actuales de anestesia local y general, administradas por vía inhalatoria o intravenosa, la anestesia ha hecho que incluso los procedimientos más simples sean indoloros, siempre bajo la supervisión de profesionales altamente capacitados.
A pesar de los grandes avances, la anestesia sigue siendo un fenómeno fascinante. Durante su efecto, el paciente entra en un estado de inconsciencia y desconexión temporal de su entorno, del que despierta de manera asombrosa, mientras que los científicos continúan investigando los cambios precisos que ocurren en el organismo durante este proceso.