
El 1 de agosto se conmemora el Día Mundial de la Alegría, una fecha que fue propuesta en 2010 por el colombiano Alfonso Becerra durante un Congreso de Gestión Cultural realizado en Chile.
Inicialmente, este día fue celebrado en al menos catorce países, entre ellos Chile, Brasil y Argentina. Con el paso del tiempo, su popularidad creció hasta alcanzar reconocimiento a nivel global.
Esta jornada invita a reflexionar sobre la importancia de cultivar la alegría a lo largo de la vida y reconocer su capacidad para transformar nuestro entorno y estado de ánimo.
Según especialistas en psicología, la alegría es una emoción momentánea que suele expresarse mediante la risa o la sonrisa, aunque también puede manifestarse de muchas otras formas: saltar, aplaudir, bailar… Cada persona la exterioriza a su manera.
La alegría es subjetiva y depende del individuo. Algunos la encuentran al descansar en una playa tropical, mientras que otros la experimentan al realizar actividades al aire libre, como caminar por la montaña.
Lo que sí es común es que una persona alegre suele tener mejor rendimiento, goza de mayor bienestar físico y emocional, afronta mejor los problemas y suele contagiar ese sentimiento positivo a quienes la rodean.
La alegría se expande con facilidad, por eso es valioso compartirla. Es una de las emociones más gratificantes del ser humano, y al difundirla, contribuimos al bienestar colectivo.
¿Qué cosas generan alegría?
Aunque cada persona encuentra la felicidad en distintas experiencias, hay momentos universales que suelen provocar alegría en la mayoría. Aquí algunos ejemplos:
-Un abrazo, una sonrisa o una caricia de alguien cercano.
-Escuchar música o ver una película que te conmueva.
-Oír reír a un niño.
-Lograr una meta académica o laboral.
-Pasar tiempo con seres queridos.
-Recuperarse de una enfermedad o superar un desafío.
-Disfrutar de una comida deliciosa o de un postre favorito.
-Saborear un helado.
-Jugar, correr o saltar con libertad.
-Conectarse con la naturaleza.
-Ir al cine o al teatro.