
Cada 4 de agosto se conmemora el Día Internacional del Leopardo Nublado, una jornada dedicada a honrar y generar conciencia sobre la preservación de esta singular especie mamífera originaria del sudeste asiático.
El propósito principal de esta efeméride es resaltar la relevancia de conservar tanto a los ejemplares que viven en libertad como a los que se encuentran bajo cuidado humano, promoviendo acciones para su protección.
La celebración fue establecida en 2018 en el Reino Unido, gracias a la iniciativa de Lauren Amos y Dan Kemp, quienes trabajaban en el Parque de Animales Salvajes de Howletts. Su intención fue sensibilizar a la población sobre la necesidad urgente de proteger a los leopardos nublados y salvaguardar sus hábitats naturales.
Desde entonces, la fecha ha contado con el respaldo de zoológicos, organizaciones no gubernamentales, empresas y ciudadanos comprometidos con la conservación de la fauna silvestre.
Conocido también como pantera nebulosa o leopardo longibando (Neofelis nebulosa), este felino de hábitos nocturnos destaca por su habilidad para moverse entre los árboles gracias a su larga cola, que le proporciona equilibrio.
Las hembras suelen alcanzar un peso de hasta 11 kilos, mientras que los machos pueden llegar a pesar hasta 65 kilos. Su cuerpo mide entre 60 y 110 centímetros, y su pelaje está decorado con grandes manchas irregulares bordeadas en negro, lo que le permite camuflarse fácilmente en la espesura del bosque.
Su periodo de gestación oscila entre los 85 y 93 días, con camadas de hasta cinco crías. Se distribuyen en bosques tropicales y subtropicales del este de la India, el sur de China, Birmania e Indochina, además de zonas montañosas que superan los 2 mil metros de altitud, así como en regiones pantanosas, bajas y manglares costeros.
Durante años, el leopardo nublado fue clasificado como especie en peligro debido a la pérdida de su entorno natural, provocada principalmente por la deforestación intensiva en el sudeste asiático. Sin embargo, en 2019 se reportaron nuevos avistamientos en la aldea de Alangyi, en Taiwán, lo que reaviva la esperanza de su recuperación en estado silvestre.