
El 30 de enero se conmemora el Día Internacional del Croissant, una fecha destinada a resaltar esta popular pieza de bollería, reconocida a nivel mundial por su delicioso sabor, su inconfundible aroma y su textura crujiente. Su versatilidad permite disfrutarlo en cualquier momento del día.
Aunque muchas personas asocian el croissant con Francia, su origen se encuentra en Viena, Austria. Su preparación es sencilla y se basa en tres ingredientes fundamentales: masa de hojaldre, levadura y mantequilla.
Existen diversas versiones sobre su creación, pero la más aceptada entre los historiadores indica que surgió en el siglo XVII, como una celebración de los panaderos vieneses tras resistir con éxito el asedio del Imperio Otomano. Se dice que, gracias a la vigilancia nocturna de los panaderos, se pudo alertar a la población y al ejército a tiempo para defender la ciudad. Como símbolo de la victoria, el gremio de panaderos diseñó un bollo con la forma de media luna, el emblema característico del imperio otomano.
Algunos alimentos generan una sensación placentera en el paladar, volviéndose casi irresistibles. Investigaciones sobre el comportamiento humano han demostrado que ciertos productos pueden provocar respuestas adictivas similares a las generadas por la marihuana, además de estimular la producción de dopamina y betaendorfina, sustancias químicas relacionadas con la sensación de placer.
El croissant, al igual que otros productos de panadería que contienen azúcares y carbohidratos procesados, puede generar este tipo de respuesta en un gran número de personas. Su popularidad también radica en su versatilidad, ya que puede disfrutarse tanto con ingredientes dulces como el chocolate, como con opciones saladas como quesos y embutidos.
Otro de sus encantos es su característica textura crujiente, con múltiples capas que hacen que cada bocado sea una experiencia única. Además, suele acompañarse con café u otras bebidas, lo que realza aún más su disfrute y lo convierte en un verdadero placer gastronómico.