
Tenochtitlán, una antigua metrópoli, estableció sus cimientos en el año 1325, emergiendo como el epicentro de la civilización azteca y desempeñando un papel crucial en la formación del México contemporáneo.
Según antiguos códices, el 13 de marzo de 1325 (según el calendario mexica) marcó la fundación de Tenochtitlán, la majestuosa capital del imperio azteca. Cada año, al celebrar el 13 de marzo, México conmemora sus raíces más profundas.
La leyenda cuenta que Tenochtitlán fue fundada por un grupo de personas provenientes de Aztlán, guiadas por su dios Huitzilopochtli en busca de la señal profetizada: un águila devorando una serpiente sobre un nopal.
Esta fundación no solo representa un evento histórico, sino también un mito fundacional que moldeó la identidad del pueblo mexica. A partir de este acontecimiento, surgió una potente civilización que dominó Mesoamérica, dejando un legado cultural y arquitectónico invaluable.
Este suceso fundacional, documentado en fuentes orales, pictográficas y crónicas prehispánicas, sentó las bases de una civilización que ejerció su dominio político y económico sobre Mesoamérica.
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Sin embargo, también marcó el inicio de una serie de presagios que advertían sobre la llegada de los conquistadores españoles, eventos que finalmente llevaron a la caída del imperio azteca.
El símbolo del águila sobre el nopal se convirtió en el emblema de la ciudad y más tarde en el escudo nacional de México, perpetuando así la memoria de sus antepasados.
A pesar de la conquista española y el mestizaje subsiguiente, las raíces de la cultura prehispánica siguen vivas en la identidad mexicana. El mestizaje dio lugar a una nueva identidad mexicana que conserva elementos de su pasado indígena.
El relato de Bernal Díaz del Castillo, quien quedó impresionado por la grandeza de Tenochtitlán, ilustra el impacto que esta ciudad tuvo en los conquistadores.
Aunque la conquista y el mestizaje transformaron profundamente a Tenochtitlán, las raíces de su cultura prehispánica continúan arraigadas en la identidad mexicana, simbolizadas por la fundación de Tenochtitlán en el lábaro patrio, un emblema que ha perdurado a través de los siglos y sigue siendo fundamental en la identidad nacional.