
AstraZeneca, con sede en Cambridge, ha reconocido públicamente, por primera vez en un tribunal, la posibilidad de un efecto secundario extremadamente raro pero potencialmente mortal de su vacuna contra el COVID-19: la coagulación sanguínea.
Esta controversia surgió tras una demanda colectiva de millones de dólares presentada por varias familias, quienes alegaron lesiones graves o muertes debido a la vacuna.
A pesar de que la farmacéutica ha impugnado estas acusaciones, admitió en un documento legal presentado ante el Tribunal Superior en febrero pasado que su vacuna puede desencadenar el síndrome de trombosis con trombocitopenia (TTS) en casos muy excepcionales.
Esta admisión podría resultar en una compensación legal considerable para las víctimas. La primera demanda fue presentada por Jamie Scott, padre de dos hijos, quien sufrió una lesión cerebral permanente después de recibir la vacuna de AstraZeneca.
En total, se han registrado 51 casos en Gran Bretaña, y las víctimas y sus familias están solicitando más de 125 millones de dólares en daños y perjuicios.
El gobierno británico se comprometió a cubrir los costos legales de la farmacéutica, por lo que, en caso de perder, las autoridades serán responsables de compensar a los afectados con fondos públicos, en virtud de un acuerdo de indemnización establecido durante la pandemia de COVID-19.
Los casos de trombosis como efecto secundario de la vacuna de AstraZeneca surgieron en 2021, cuando una joven de 18 años falleció en Italia después de recibir la vacuna, lo que llevó a una investigación sobre un grupo de médicos y personal sanitario.
Además, ese mismo año, la Agencia Europea de Medicamentos reveló que los coágulos de sangre combinados con niveles bajos de plaquetas deberían considerarse un efecto secundario muy raro de la vacuna.
El síndrome de trombosis con trombocitopenia (TTS) es una afección médica poco común en la cual una persona experimenta coágulos sanguíneos junto con un recuento bajo de plaquetas, que son cruciales para la coagulación sanguínea.