Cada 1 de noviembre se conmemora en diversas partes del mundo el Día de Todos los Santos, una festividad de origen católico destinada a honrar a todos los santos que han existido a lo largo de la historia, así como a las almas que han dejado el purgatorio y alcanzado el cielo.
La Iglesia instauró esta fecha para rendir homenaje a todos los santos, tanto conocidos como anónimos, que alcanzaron la gloria eterna. Con el paso del tiempo, esta conmemoración se amplió en la tradición popular, convirtiéndose, también, en una jornada para recordar a los seres queridos fallecidos, visitando los cementerios y decorando las tumbas con flores, velas y oraciones.
En los primeros tiempos del cristianismo, se acostumbraba celebrar el día del fallecimiento de un mártir que había entregado su vida por la fe. Sin embargo, tras la Persecución de Diocleciano, también llamada la Gran Persecución, en la que muchos cristianos murieron, la Iglesia decidió unificar la conmemoración de todos los mártires en una sola festividad.
La primera referencia a un día común para todos los santos proviene de Antioquía, donde se celebraba el domingo anterior a Pentecostés. También se menciona en un sermón de San Efrén el Sirio, hacia el año 373, aunque en aquel tiempo se honraba solo a los mártires y a San Juan Bautista.
No fue sino hasta el año 731, cuando el Papa Gregorio III consagró la Basílica de San Pedro en honor a todos los santos y estableció oficialmente la festividad el 1 de noviembre.
Costumbres y celebraciones en el mundo.
Aunque el Día de Todos los Santos es una fecha solemne, su forma de celebración varía según la cultura y las tradiciones de cada país.
En América Latina, se acostumbra visitar las tumbas de los antepasados. En países como México, además de las visitas, se realizan convivios en los cementerios, decorando las tumbas con flores, cintas de colores y comida tradicional. Esta práctica refleja la creencia de que ese día los difuntos pueden convivir brevemente con los vivos. Este día en nuestro país, está dedicada a los niños que fallecieron, por lo que se adorna con lo que más les gustaba.
En Estados Unidos y otras regiones, la celebración se mezcla con Halloween, una adaptación moderna de la festividad pagana Samhain, que marcaba el final de la cosecha y el inicio del invierno. Según la tradición, en esta época las fronteras entre el mundo de los vivos y el espiritual se vuelven más delgadas.
En Asia, se honra a los antepasados con ofrendas y rituales, mientras que en Filipinas es común organizar banquetes en los cementerios en honor a los difuntos.
En España, además de visitar los cementerios, se mantiene la costumbre teatral de presentar la obra Don Juan Tenorio de José Zorrilla. También se disfruta de dulces típicos como los huesos de santo, elaborados con mazapán y yema, y los buñuelos de viento, que simbolizan las almas que ascienden al cielo.
Esta jornada invita a recordar a los familiares que ya no están, no desde la tristeza, sino desde la gratitud y la alegría. Es un momento propicio para transmitir a las nuevas generaciones la historia y el legado familiar, reconociendo las raíces y honrando la memoria de quienes precedieron.