
La Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) presentó el Proyecto Portero, una estrategia que busca reforzar la cooperación con autoridades mexicanas para enfrentar a los cárteles que trafican drogas sintéticas, armas, personas y dinero en efectivo.
Según Terrance Cole, administrador de la DEA, la iniciativa se centra en desmantelar a los llamados porteros de las organizaciones criminales, responsables de controlar corredores clave de contrabando en la frontera México–Estados Unidos. El propósito es frenar el flujo de fentanilo, metanfetamina y cocaína hacia territorio estadounidense, así como el tráfico de armas y recursos ilícitos hacia México.
Como parte de esta operación, la DEA implementó un programa de capacitación y cooperación binacional, desarrollado en un centro de inteligencia ubicado en la frontera. El plan reúne a investigadores mexicanos con policías, fiscales y funcionarios de defensa de Estados Unidos para establecer objetivos comunes, diseñar estrategias conjuntas y fortalecer el intercambio de información.
El Proyecto Portero se complementa con la participación del Grupo de Trabajo de Seguridad Nacional (HSTF), que integra agencias de seguridad, inteligencia y justicia para maximizar las capacidades del gobierno estadounidense en contra de las redes criminales.
La agencia subrayó que, aunque el fentanilo es la mayor amenaza, la operación busca abarcar todas las actividades de los cárteles, desde el tráfico de drogas hasta la circulación de armas y el financiamiento ilegal.
El tráfico de fentanilo se mantiene como una de las principales preocupaciones de seguridad bilateral. Autoridades estadounidenses atribuyen al Cártel de Sinaloa y al Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) la producción y traslado de este opioide, cuyos precursores llegan desde China a través de puertos mexicanos, antes de ser procesados en laboratorios clandestinos y enviados a Estados Unidos mediante diversos métodos de contrabando.
El fentanilo, conocido como “superdroga”, es hasta 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más que la morfina. Su bajo costo de producción y alta rentabilidad lo convierten en uno de los mayores negocios criminales, a pesar de las fuertes incautaciones realizadas por las autoridades, como el decomiso de 400 kilos en un solo operativo en México.