
La Fiscalía General de la República (FGR) tomó control del rancho Izaguirre, ubicado en Teuchitlán, Jalisco, el cual era utilizado como centro de reclutamiento y entrenamiento por el Cártel Jalisco Nueva Generación. Este sitio operaba bajo la supervisión de José Gregorio «N», conocido como «El Lastra» o «Comandante Lastra», quien lideraba una célula de la organización criminal.
El fiscal Alejandro Gertz Manero informó que la FGR pudo asegurar el terreno tras la detención de «El Lastra», lo que permitió abrir un expediente federal en su contra por delincuencia organizada.
Durante la conferencia matutina de la presidenta Claudia Sheinbaum, el fiscal explicó que gracias a la intervención del Ejército y la Secretaría de Seguridad se logró la captura del líder criminal. Con la información obtenida, se inició la investigación, y un juez dictó formal prisión, por lo que actualmente «El Lastra» está recluido en un penal de máxima seguridad.
Gertz Manero detalló que el rancho Izaguirre está bajo resguardo de peritos de la FGR, quienes realizan inspecciones en el lugar, donde se encontraron prendas de vestir, calzado y documentos. Asimismo, indicó que, al tratarse de un caso federal, la Fiscalía de Jalisco deberá entregar toda la evidencia en su poder y continuar con los procesos periciales pendientes antes de ceder el control total del sitio a las autoridades federales.
Se reveló que en el rancho se entrenaba a personas para integrarlas al Cártel Jalisco Nueva Generación. Según declaraciones de «El Lastra», quienes intentaban resistirse o escapar eran torturados e incluso asesinados, aunque estas afirmaciones aún deben ser ratificadas ante un juez.
El secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, explicó que «El Lastra» utilizaba redes sociales para atraer víctimas con falsas ofertas de empleo, citándolas en terminales de autobuses, desde donde eran trasladadas al rancho Izaguirre y forzadas a unirse al grupo criminal.
Una vez en el rancho, los reclutados, en su mayoría jóvenes, eran despojados de sus pertenencias, se les entregaban uniformes y botas tácticas, y se les incomunicaba quitándoles sus teléfonos. Durante un mes recibían adiestramiento en manejo de armas y acondicionamiento físico. Al finalizar la capacitación, eran enviados a distintos estados para fortalecer las filas del cártel.