
Jorge Cortés Ramos, investigador de la Unidad Académica La Paz del CICESE en Baja California, informó que las olas de calor han comenzado a manifestarse en regiones del planeta donde anteriormente no ocurrían y, además, se presentan en épocas inusuales del año.
Señaló que en el centro de México, un fenómeno similar tuvo lugar en 2023 y 2024, pero no en los meses típicamente más cálidos, como abril o mayo. En este caso, la ola de calor tuvo una duración prolongada.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático advierte que el calentamiento global incrementará la intensidad, frecuencia y duración de estos eventos, recordó Cortés Ramos.
Actualmente, el investigador se encuentra realizando una estancia sabática en el ICAyCC de la UNAM, donde señaló que, ante la posibilidad de una primera ola de calor, es importante analizar los datos con cautela.
De acuerdo con los registros de la estación meteorológica de Tacubaya, que mide la temperatura cada 10 minutos, se ha observado un aumento progresivo tras el invierno. En febrero, las temperaturas matutinas mostraron una tendencia al alza, lo que sugiere la transición hacia condiciones primaverales.
Sin embargo, ninguna de las temperaturas registradas recientemente ha alcanzado los 30 grados. En esta estación, el promedio máximo entre 1991 y 2020 oscila entre 25.1 y 26.1 grados, con un pico mensual de 30.2 y una temperatura máxima diaria de 33.3 grados.
Una imagen satelital del 2 de marzo reflejó temperaturas superiores a los 40 grados en algunas regiones del país, aunque en la zona centro aún no se han superado los valores climatológicos normales.
En la estación de Tacubaya, el promedio máximo se mantiene entre 25.1 y 26.1 grados. Si bien se han registrado días por encima de este rango, no han alcanzado el récord mensual de 30.2 grados, ni mucho menos el máximo diario para marzo.
En este mes, la temperatura mínima promedio es de 11.1 grados, aunque las mañanas recientes no han coincidido con ese valor, según datos de los últimos 30 años.
Cortés Ramos explicó que la definición de una ola de calor varía según los criterios utilizados: algunos expertos establecen el umbral en 30 grados, mientras que otros lo fijan en 35 o 40. Según la Organización Meteorológica Mundial, se trata de un período de temperaturas excepcionalmente altas que pueden extenderse por días o meses, superando los valores habituales en una determinada región.
El investigador destacó la importancia de la temperatura mínima, ya que noches frescas ayudan a la recuperación térmica de la superficie. En cambio, cuando las noches son inusualmente cálidas, las temperaturas elevadas comienzan más temprano y se prolongan durante más horas en el día.
Recordó la ola de calor que tuvo lugar del 1 al 7 de junio de 2016, cuando en algunas zonas del país se alcanzaron máximas diarias superiores a 35 grados, especialmente en el noroeste y el centro de Sonora.
“Utilizamos estaciones meteorológicas automáticas y convencionales para analizar datos de diversas regiones, como Baja California, Sonora, Sinaloa, Chihuahua y Durango”, relató Cortés.
El pico de este evento ocurrió el 4 de junio, cuando las temperaturas comenzaron a elevarse rápidamente por la tarde, superando los 30 grados en varias áreas y rebasando los 45 grados en algunas zonas de Sonora.
En la estación Misión del Sol, en Hermosillo, se registró una máxima de 49.4 grados en un área poblada. Según los datos recopilados en cinco años, esa jornada la temperatura fue inusualmente alta, superando en más de ocho grados el promedio.
En ocho puntos del noroeste del país se detectaron anomalías térmicas superiores a ocho grados, mientras que en Bahía Ángeles, Baja California, fueron mayores a 12 grados. Debido a este evento, se declaró desastre natural en el sector agropecuario, acuícola y pesquero de la región. Además, a partir de entonces, las temperaturas extremas se reconocieron oficialmente como un fenómeno perturbador.
Durante una conferencia en el ICAyCC, Cortés Ramos resaltó que en 2016 se registró la mayor cantidad de incendios forestales en el periodo comprendido entre 2010 y 2022.
El estudio de este evento permitió analizar las distintas fases del ciclo de una ola de calor, incluyendo su origen, evolución, duración e impacto. “Este fenómeno se desarrolló bajo condiciones de flujo anticiclónico que favorecieron el calentamiento por compresión atmosférica, extendiéndose tanto en la superficie como en la atmósfera”, explicó.
El experto concluyó señalando que, en un lapso de 50 años, es probable que un evento de esta magnitud ocurra nuevamente en gran parte del noroeste de México.