
El 1 de diciembre, se conmemora el Día Mundial de la lucha contra el SIDA y marca una fecha histórica al ser el primer día dedicado exclusivamente a la salud a nivel global.
La elección de esta fecha tuvo como objetivo generar un mayor impacto mediático al coincidir con el inicio del último mes del año. Durante esta jornada, se llevan a cabo actividades para sensibilizar a la población, destacando el uso del lazo rojo como símbolo de solidaridad con quienes viven con SIDA. Además, se organizan campañas para recaudar fondos destinados a la investigación y el apoyo a las personas afectadas.
El lema de este año, «Sigamos el camino de los derechos», enfatiza que erradicar el SIDA es posible si se garantiza el respeto y cumplimiento de los derechos humanos. El progreso en la lucha contra el VIH está intrínsecamente ligado a la defensa de estos derechos y al liderazgo de las comunidades más afectadas. Sin embargo, persisten barreras que limitan el acceso a estos derechos, poniendo en peligro los avances logrados. La meta es eliminar el SIDA como amenaza para la salud pública para 2030, asegurando que todas las personas, incluidas aquellas marginadas, reciban el apoyo necesario.
Establecido en 1988, esta conmemoración busca recordar a las víctimas de esta enfermedad y celebrar logros como el acceso a tratamientos antirretrovirales. En sus inicios, se denominó Día Internacional de la Lucha contra el SIDA, pero ONUSIDA cambió su nombre a Día Mundial del SIDA en 2021, evitando la connotación bélica de «lucha».
Datos clave sobre el SIDA
Desde el inicio de la epidemia, 76.1 millones de personas han contraído VIH y 35 millones han fallecido por enfermedades relacionadas.
En 2016, 19.5 millones de personas recibieron terapia antirretroviral, un avance significativo frente a las 685.000 que tenían acceso en el año 2000.
El SIDA, o síndrome de inmunodeficiencia adquirida, es una enfermedad provocada por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Este virus ataca directamente el sistema inmunológico, debilitándolo progresivamente y haciendo que la persona sea vulnerable a infecciones graves y enfermedades como el cáncer, lo que puede poner en riesgo su vida.
A nivel global, el SIDA se ha convertido en una pandemia que ha causado la muerte de millones de personas. África es el continente con la mayor cantidad de casos registrados.
Diferencia entre el VIH y el SIDA
Aunque a menudo se confunden, el VIH y el SIDA no son sinónimos. No todas las personas que viven con VIH desarrollan SIDA. Con un diagnóstico temprano y tratamiento adecuado, es posible mantener el virus controlado y prevenir que evolucione a esta etapa avanzada de la enfermedad.
Muchos pacientes con VIH han logrado vivir por años sin desarrollar SIDA, ya que su sistema inmunológico no llega a deteriorarse lo suficiente como para poner en peligro su vida. Por eso, un diagnóstico oportuno y el tratamiento correspondiente son esenciales.
El VIH actúa destruyendo las células CD4, que son glóbulos blancos responsables de proteger al cuerpo contra infecciones. A medida que estas células disminuyen, el daño progresivo al sistema inmunológico puede conducir a problemas de salud severos, incluidos cuadros graves y, eventualmente, la muerte.
Formas de transmisión y prevención
El VIH se transmite principalmente a través del contacto sexual, la sangre contaminada, la lactancia materna y de madre a hijo durante el embarazo. Sin embargo, no se contagia por saliva, contacto físico, ni al compartir utensilios. La prevención incluye el uso de preservativos, el acceso a profilaxis preexposición (PrEP) y controles médicos regulares. En mujeres embarazadas con VIH, se recomienda optar por cesáreas y evitar la lactancia para prevenir la transmisión.
Datos
A nivel mundial, aproximadamente 37 millones de personas viven con el VIH, y una de cada cuatro desconoce su estado serológico. Es fundamental que quienes obtienen un diagnóstico positivo inicien un tratamiento antirretroviral, lo cual les permite cuidar su salud, mantener una buena calidad de vida y reducir el riesgo de transmisión del virus.
La detección del VIH es crucial para garantizar que las personas infectadas puedan acceder a tratamientos efectivos y llevar una vida digna y productiva. Las pruebas para diagnosticar el virus son fáciles de realizar y requieren únicamente una muestra de sangre.
No obstante, persisten múltiples barreras que dificultan el acceso a estas pruebas. En muchos casos, no se asegura la confidencialidad de los resultados, y el estigma y la discriminación asociados al VIH hacen que muchas personas solo se sometan a estas pruebas cuando ya presentan síntomas avanzados y su estado de salud es crítico.