
El 21 de octubre se conmemora el Día Mundial del Ahorro de Energía, aunque su origen exacto es incierto. Lo que es innegable es la importancia de esta fecha, ya que representa un tema crucial para nuestro futuro. Sin embargo, al investigar su origen, las fuentes sobre el tema son limitadas.
Algunos mencionan que fue establecido en 2012 por el Foro Energético Mundial, pero los detalles son escasos. Lo que parece claro es que la fecha busca promover la conservación de los recursos naturales y mejorar la eficiencia energética.
Independientemente de su origen, lo relevante es su significado. Cuidar el medio ambiente es responsabilidad de todos, ya que vivimos en este planeta, lo compartimos y queremos que las futuras generaciones también lo hagan. Iniciativas como La Hora del Planeta, celebrada el último sábado de marzo, promueven acciones concretas, como un apagón voluntario de una hora.
Aunque en teoría sabemos que debemos proteger el medio ambiente, en la práctica no todos asumimos esa responsabilidad, incluyendo muchos gobiernos. El afán por el desarrollo industrial, económico y tecnológico, sumado al uso indiscriminado de recursos como el carbón y el petróleo, ha tenido un impacto devastador en el entorno natural, con consecuencias irreversibles.
Las energías se agotan, el cambio climático es una realidad y el medio ambiente sufre las consecuencias. Por ello, muchas organizaciones buscan concienciar a la población sobre la importancia de ahorrar energía y exhortar a los gobiernos a hacer un uso racional de los recursos o a buscar alternativas más sostenibles.
Si bien los gobiernos tienen un papel clave en la gestión energética, cada uno de nosotros puede aportar con pequeñas acciones diarias para ahorrar energía. Esfuerzos individuales pueden generar un impacto significativo.
Algunas formas sencillas de contribuir son:
-Aprovechar la luz natural siempre que sea posible.
-Desconectar dispositivos o cargadores que no estemos usando.
-Usar bombillas de bajo consumo.
-Apagar luces o aparatos eléctricos cuando no se necesiten.
-Regular el uso de calefacción y aire acondicionado.
-Descongelar alimentos a temperatura ambiente, evitando el microondas.
Como puedes ver, son hábitos simples que pueden hacer la diferencia. Todo es cuestión de adquirir costumbre.
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