Este lunes, el Papa León XIV acudió al sepulcro de San Chárbel, el sacerdote y monje ermitaño libanés profundamente venerado en el país y considerado un símbolo de unión espiritual entre Oriente y Occidente.
El Monasterio de San Marón, perteneciente a la Orden Maronita Libanesa, se ubica en una de las colinas más bellas del Líbano, al oeste de Ehmej y al sur de Mechmech. Allí, a 1.200 metros de altura, se resguarda la tumba del santo reconocido por interceder con milagros para católicos, musulmanes y personas de diversas creencias.
A pesar de la lluvia constante, miles de fieles aguardaron con entusiasmo la llegada del Pontífice, anunciada por el repique de las campanas después de las 11:15 (hora local). El Superior del Convento y el Superior General de los Maronitas lo recibieron en el patio del monasterio, situado en el municipio de Annaya, cuyo nombre siríaco significa “coro de devotos o ermitaños”.
La entrada del Papa al recinto estuvo acompañada por cantos tradicionales interpretados por cinco monjes maronitas libaneses. Antes de ingresar a la capilla donde se custodia la tumba de San Chárbel, fue recibido en el patio por el Presidente de la República, Joseph Khalil Aoun, y su esposa.
El Pontífice avanzó por el espacio donde se exhiben las reliquias y pertenencias del santo, hasta llegar a su tumba, ante la cual oró en silencio. Luego encendió una lámpara votiva, obsequio de la Santa Sede, para iluminar el lugar donde descansan los restos del monje.
Tras el saludo del Reverendo Abad Mahfouz Hady, Superior General de la Orden Libanesa Maronita, el Papa pronunció un mensaje en francés.
El Papa expresó su agradecimiento por poder rezar ante la tumba del santo, canonizado por San Pablo VI, e invitó a meditar sobre la vigencia de su ejemplo: un ermitaño “que no dejó escritos”, pero cuya santidad alcanzó dimensión universal.
Afirmó que el Espíritu Santo lo formó para enseñar “la oración a quienes viven sin Dios, el silencio a quienes están rodeados de ruido, la modestia a quienes buscan aparentar y la pobreza a quienes persiguen riquezas”. Son actitudes “contracorriente” que sirven de guía para quienes atraviesan “el desierto”, señaló.
Además, recordó que San Chárbel invita a obispos y ministros ordenados a vivir plenamente las exigencias del Evangelio, mientras que su coherencia —“tan radical como humilde”— constituye un mensaje inspirador para todos los cristianos.