Bulgaria se alista para adoptar el euro y convertirse en el país número 21 en sumarse a la moneda única europea, un paso que genera esperanzas de crecimiento, pero también inquietudes por un posible aumento de precios y mayor tensión política.
Al llegar la medianoche (22:00 GMT del miércoles), el país balcánico de 6.4 millones de habitantes despedirá tanto a 2025 como a su moneda nacional, el lev, vigente desde finales del siglo XIX.
En Sofía, la capital, los puestos del tradicional “Mercado de las Mujeres” ya exhiben precios en leva y en euros, reflejo de la inminente transición. Las autoridades confían en que el ingreso a la eurozona impulse la economía nacional.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, los alimentos registraron un aumento anual del 5% en noviembre, lo que alimenta el miedo a una espiral inflacionaria tras la adopción del euro.
El gobierno búlgaro intenta calmar los ánimos al asegurar que la moneda común fortalecerá una economía que se cuenta entre las más rezagadas de la Unión Europea, a la que Bulgaria pertenece desde 2007, y que además ayudará a reducir la influencia rusa.
Desde Bruselas, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, subrayó que el euro traerá “beneficios tangibles para ciudadanos y empresas”, al facilitar los viajes, la vida en el extranjero, mejorar la transparencia y elevar la competitividad del mercado.
Todo esto ocurre en un contexto político complejo, marcado por recientes protestas anticorrupción que provocaron la caída del gobierno conservador de coalición y ante la posibilidad de nuevas elecciones legislativas, las octavas en apenas cinco años.